miércoles, 16 de noviembre de 2016

la vida es un bolero

-Hace mucho que Tengo ganas de tener algo con vos.
-Somos dos.
-Vos no quisiste.
-¿Yo? ¿Cuándo?
-Aquella vez  Parece que fue ayer  te caí una tarde.
-Ah. Me tomaste de sorpresa y no supe manejar la situación. Además estaban Teresa,  los chicos.
-Me separé.
-Ya sé que te separaste.
-Los chicos están conmigo.
-¿ . . . .?
-No quieren vivir con la madre.
-Entiendo.
-Ahora soy libre, no busco compromisos ni ataduras.
-Entiendo.
-Te llamo y arreglamos.
Sin embargo, camino a casa, la mujer no entendió nada. La media vuelta se conocían hace muchos años y, junto a la amistad transitada, nunca dejó de sobrevolarlos una fuerte atracción, agotada en reiterados chichoneos, siempre en público. Dejaron de tratarse durante un tiempo y ahora esto. Pasaron dos días, hasta que
-¿Estás? En diez minutos te caigo.
La mujer corrió al espejo, vio un rostro luminoso que para nada acusaba sus sesenta y cinco años y esperó tranquila.
La tranquilidad fue sacudida Campanitas de cristal  cuando el hombre irrumpió con su ansiedad postergada y tras unas pocas palabras y otras pocas caricias, la volteó sobre la cama.
Fue breve, enérgico y doloroso.
Tras la muerte de su compañero, durante largos veinte años la mujer eligió encapsularse en una no-vida sensorial. De intensa y precoz sexualidad, había descubierto el placer solitario de muy niña, nunca dejó de practicarlo hasta que, para su retraimiento adulto, resultó más sencillo a los afanes de seducción, al conocer y darse a conocer aunque, llegando a sus bramidos de éxtasis, jamás olvidó lo que eran con una verga en las entrañas.
Ahora sintió la necesidad de ver al hombre ya  para contarle lo que había pasado, lo que le estaba pasando, que no se trataba de un encuentro como cualquier otro. Antes de, después de.
Le llevó sólo unos minutos hablarle de su largo retiro, lo maravilloso vivido unas horas antes y que hubiese sido él, precisamente él, que no Llegaste tarde.
-Por eso . . . teneme paciencia.
Le aclaró, por las dudas,  que ella tampoco buscaba compromiso. Llevaba sola mucho tiempo y ahora que la había rescatado de su letargo no necesitaba más que una buena charla, un buen revoltijo y cada uno a su casa.
-No sé qué te parece.
-Perfecto, como quedamos el otro día. 
Al segundo encuentro
-No existen límites, así no, quiero que vos también . . .
-Cuando estoy contigo ya va a llegar. Me siento transitando un bellísimo camino con un final también bello pero queriendo alargar y alargar  el camino Voy a apagar la luz.
siguió el silencio.
Dos, tres días. La mujer, rescatada de su nicho y elevada de un tirón a las alturas, se encontró flameando, con una enorme rosa palpitando entre las piernas que demandaba ser revuelta, deshojada, estrujada.
Cinco, seis días. ¿Se asustó? ¿Se arrepintió? Después de todo tenía sólo cuarenta y nueve años. ¿Tendría que haber sido más recatada? ¿Nunca aprendería a contenerse?
Ocho, nueve días. Poco a poco la rosa se volvió capullo, la calma reinó en su ánimo y se preguntó si no se habría tratado sólo de una fantasía.
El día once sonó el teléfono.
-En media hora estoy allá. Me quedo más tiempo.
Fue mucho más tiempo, fue todo el tiempo Nosotros, Somos, No sé tú. Arriba, abajo, de costado, atrás, adelante, de pié. En la oscuridad pedida por la mujer para que el hombre, en el máximo de su plenitud, no se confundiera con la visión del otrora elogiado cuerpo de ella ahora penosamente deteriorado, la sinfonía de quejidos, jadeos, susurros tiñó el festival de sentidos que   parecía no terminar nunca, con un clima misterioso   donde cada terminación nerviosa, cada poro, cada partícula de carne y piel latía, latía, latía mientras, como si el umbral entre el placer potente e infinito rayase el dolor, sus lágrimas no dejaban de brotar, mezclándose con el sudor de su cara.
-Estaría horas y horas así, teniéndote adentro, quietos, sin movernos, sólo sintiéndote, Me vuelves loca envolviéndote en mi jugo, lleno de Sabor a mí.
Resignada a valerse sola hacía tanto se descubrió, de pronto, subyugada por ese varón que la acomodaba una y otra vez para que su bestial coreografía resultara en el mayor placer posible.
Después no hubo reposo sino Contigo aprendí un continuo repetirse y repetirse el prodigio de estar viva, Tú me acostumbraste con la certeza de no haber alcanzado tamaña plenitud ni a los cuarenta, segura de esa intensa serenidad a la cual, supo, ya no podría renunciar Toda una vida.
La rosa estaba otra vez vibrante, los pétalos bien abiertos para continuar recibiendo al amigo visitante. 
 



martes, 15 de noviembre de 2016

adivinanza*

                                                 

-¿Desde cuándo estás ahí?
-Desde que encendiste las luces.
-¿Viste lo que pasó?
-Sí. Se fue.
-Se fue, se fue ¿no se te ocurre nada más?
- . . .
-¿Sabés qué? Muchas veces me harta tu compañía que, en realidad, es la nada, sin principio ni fin.
-Algo excesivo ¿no te parece?
-¡¿Excesivo?! Estoy a tu merced, subordinado a tu presencia condicionante.
-Y sí, estamos juntos casi desde que aprendiste a caminar. Me pregunto qué te está pasando para haber despertado, de pronto, semejante rebeldía.
-Me irrita que el pensamiento domine los signos.
-Somos lo mismo.
-No del todo. No necesariamente algo existe en sí y por sí mismo. Una estructura sin centro deja sólo discurso y no me interesan los discursos que pretenden contar la realidad. Quiero la realidad del discurso.
-Noto que están viendo a Derrida y lo estudiaste a fondo.
-Acabo de vivir algo rejodido, me siento para la mierda y vos me salís con Derrida.
-No fui yo quien se puso denso.
-Me gustaría estar solo pero sin oscuridad.
-Sin oscuridad estoy también cuando te pasan cosas lindas.
-Es cierto, pero esos momentos suman, los otros restan, succionan. Ahora me siento como una bolsa de piel vacía, sin huesos ni órganos, colgando de un clavo que, encima, me pincha la espalda.
-Sos exagerado ¿eh? Ya va a volver. Pegate una sacudida para acomodar el contenido de la bolsa de piel vacía así, cuando vuelva, se dará cuenta que sos el de siempre.
-¿No ves? Se fue porque se cansó de cómo fui siempre. Entonces tendría que proponerme cambiar, pero eso es algo descartado para vos.
-Sin embargo sus palabras finales podrían haber sido peores. No fue como un portazo, dejó abierta la posibilidad para volver a empezar.
-Es demasiado vago eso. Estoy para la mierda ahora, ni mañana, ni pasado.
-Nos queda por recorrer juntos mucho tiempo todavía: somos rejovenes, gozás de buena salud, no fumás ni chupás, te va bien en los estudios . . .
-¡Callate! No te soporto más. Voy a apagar las luces.


                                                                                                       *¿Adivinaste? A que sí.

                                    

lunes, 14 de noviembre de 2016

manos




Se las mira. Dedos cortos, deformes. Artrosis., claro, artrosis.  Arrugas y manchas. De vejez, les dicen.
Las gira. Observa la palma izquierda. La línea de la vida nace en el borde de la mano y, con un preciso arco, bordea el Monte de Venus. “Señal de vida larga”. Hmmm. La línea del corazón denota “profundidad de sentimientos”. Vaya. Eso dice Google, en una página de quiromancia.
De pronto le parece que se desprenden de los brazos, cobran vida propia y se alejan. Retroceden. Años, muchos años. Ahí están, pequeñas, una depositada con suavidad sobre una teta. Al rato aferrada a un dedo grande. Poco después reptan entusiastas al descubrir suelo.  Luego,  anular y del medio juntos, introducidos en la boca y chupados con fruición, son costumbre mantenida por largo tiempo. Intentan impedírselo de mil formas hasta que, un pediatra de los geniales dictamina “déjenla”. Y la dejan, pero sólo hasta los cinco. Hasta acá llegó nuestra paciencia dicen y prometen una sorpresa si larga esos dos dedos, aplanados de tanta chupada. Entonces son liberados y todos juntos juegan con muñecas. Dan inyecciones cuando  éstas enferman, tapan de noche. Barren lágrimas, limpian mocos.
Aferran cadenas de hamaca, manijas del sube y baja, piolas de barrilete. Algún día riendas de caballo.
Al momento adecuado toman lápiz, garabatean las primeras letras, los primeros números. Más luego dibujan. Una casa con puerta, ventanas, chimenea de donde sale humo, rodeada de árboles, flores, un camino para irse y volver. Pasan a manejar pinceles y colores, nacen paisajes, naturalezas muertas, flores. Crisantemos, cinerarias, clavelinas. Cuadros, ilustraciones, diseños.
En la cocina ayudan a limpiar arvejas. Después aprenden a batir siete claras a punto nieve y nace el Budín Blanco, celebrado debut en repostería. De ahí un paso para ampliar la habilidad de preparar manjares  a ser saboreados con placer.  Lavan, lavan, lavan ropa porque sólo así queda limpia de verdad. Empuñan agujas y aparecen bufandas, gorros, guantes, de todo.  Empuñan tijeras, otras agujas, dedal y surgen vestidos, blusas, pantalones. Rasgan cuerdas de una guitarra, pálido remedo del gran sueño que no fue: blancas y negras de un piano.
Precoz, quizás demasiado, exploran su cuerpo, sus profundidades y descubre el goce.
Hay tiempo para surcar espaldas, brazos, cuerpos adultos, no de criaturas. Nunca de criaturas. ¿Por qué no de criaturas? Les falta eso. Sentir que pueden conducir una mano pequeña, tapar cuerpitos cálidos no de muñeca, posarlas sobre una frente afiebrada, acariciar una blanda mejilla.  Faltará para siempre.
Cargan valijas de acá para allá, suben y bajan de aviones, cruzan océanos. Barren lágrimas, dicen adiós. Una vez, muchas veces.
Aplauden con fervor obras de teatro, conciertos, operas. Más adelante consignas libertarias en marchas y movilizaciones.
Bailan en teclados de letras. Acá y allá. En una, dos, tres lenguas. Componen trabajos, cartas comerciales,  para amigos, de amor, noticias, relatos de aventuras, dolores, alegrías. Escriben, todo el tiempo. Poemas, luego cuentos.
Acarician cariñosas rostros con arrugas, muchas queridas arrugas. Hasta que no hay más rostros con arrugas para acariciar.
Se hunden en la tierra, colocan semillas que brotarán. Cosechan frutos de plantas que se multiplican, pelan tomates, cortan lechugas, pican acelgas. Cuando el sol calienta se funden con olas.
Creyendo no haber más placeres por conocer encuentran el sutil y complejo mundo felino. A partir de ahí incorporan horas de acariciar esos cuerpos suaves, peludos, ronroneantes.
Sujetan manubrio de bicicleta para recorrer tiempos y espacios sin límites.
Sin batuta, dirigen el aire mientras Beethoven sube y se filtra en su medula, en una milagrosa conexión  que atraviesa siglos, uniéndose al concentrado creador del autor. Borran lágrimas.
Los años pasan, unos tras otros, tras otros, tras otros. Siempre solas.
Cuando pensaron que el futuro se había anclado en un eterno ayer, aparece una mano grande y lo sacude todo. Entonces se descubren aún vivas, muy vivas a pesar de los dedos deformes, las arrugas, las manchas.
La rueda vuelve a girar. 

le dice la arena al mar

quedan marcados en mí los pasos del caminante
me mojas y te vas
borras los pasos del caminante
me mojas y te vas
el sol del mediodía me seca
me mojas y te vas
soy castillos, mil formas del ingenio
me mojas y te vas
tu sal me dibuja ondas como encaje
me mojas y te vas
tu espuma me abriga con espesas bufandas
me mojas y te vas
a veces me golpeas sin piedad
me mojas y te vas
acaricias cuando traes calma
me mojas y te vas
descargas en mí desechos que dañan
me mojas y te vas
en tu seno duermen barcas que no dudaste en hundir
me mojas y te vas
no existimos el uno sin el otro, polvo marino soy
me mojas y te vas
así por los siglos de los siglos

me mojas y te vas

A be ce . . . equis ye zeta

          


 A be ce  . . .  equis ye zeta



Anoche bebió cognac durante el festejo. Gigantes hechiceros invadieron jocosos kilométrica  la llameante morada nunca ordenada, porque quienes reconocen solo tus últimas vibraciones, waterpolista,  xilofón ya zozobró.

Alcira albina acudió al agua. Antes, Antonio apartado asechaba. Anteayer, acongojado advirtió algún aislamiento. Acabó acariciándola.

Benjamín Bartolomé, buen bebedor, bebe botellas brindando bobamente bebidas Bols. Bisabuela Bartolomé, buena borracha, bebió barriles, baldes bárbaramente. Bastante batahola batió bailando boleros.

Cuando contigo canté canciones colegiales, como con coros, celebré. Cuando contigo corrí cuadras comiendo copos calientes, canalicé. Contigo, camarada Celestino, calmé  corriendo caminos.

Checo chocho chantajea chino. Chabela chupa chocolate. Chorro chamuya Chela, chica chequea chichón chato, chulo chupó choclo.

Don Diego demoró demasiado derrochando distribución de duraznos duros durante dos días. Disyuntiva de Don Diego decir diplomático: ¿dónde debo dormir? Donde desees, dijeron displicentes, después decidiremos.

En el este europeo Ernesto encontró elefante envejecido, enfermo. Esquivando expectativas, embelesado emigró enviándolo empaquetado en el expreso. Entonces entró en el enorme edificio, entregando el espectacular elefante. El embalsamador, emocionado, escribió el espléndido escrito esquemático.

Fernando, Fermín, Felipe fueron ferroviarios, fundaron forcejeando Formosa. Facilitaron facetas, formaron figuras. Finalmente formalizaron formateadas facultades filosóficas, fomentando formación fundamentalmente fisiológica.

Ganímedes, guerrero griego, grababa granito gesticulando. Guanacos, gatos, gansos, garzas. Garuaba,  gimiendo guardaba grandes granitos grabados. Grotescas golondrinas gorgojeaban.

Hoy hicieron hachas hábilmente hermoseadas. Héctor hambriento haraganamente hizo helados. Hablaron hebreo hasta helarse. Histéricos hundieron horrendos huéspedes huyendo haraposamente.

Institutrices insulares inmigrantes instalan inmensos institutos. Ingresan indefensos ingenieros. Inés incorpora italianos ignorantes, incluso incapacitados. Improvisan  importantes instalaciones, incalculable inversión.

Julián, juez joven, Julieta jueza jubilada juegan jugarretas. Juntan joyas japonesas, jaezan jades jamaiquinos. Juegan jocosamente. Jamás juzgan justos.

Kodály, Karajan, Kobayashi. Keops, kilómetros, Kilimanjaro. Koch. Kennedy, King. Krishna, Kukulcan. Koljoz, kulak, kilovatio. Klimt. Koala, kiwi. Kurosawa, Kubrick, Kerouac.





Liliana, linda lusitana loquita levanta lirios, lilas lugares lejanos. Lili lava la lona lamentándose. La luna le liberó la luneta lila. Los lindos lirios la levantan.

Llamando llamas, llegaron lluvias. Llovizna, lluvioso llanto llevadero. Llamativas llaves llamean.

Martín Martinez manchó mi manta mullida. Más me mintió mucho. Mamá me mostrará mañana martes, molestándome, mi manta manchada. Maestros malvados mostraron muchos monigotes muselina marrón.

Norma nació negra napolitana. Nunca negó nada. Normita notábase nostálgica. Nápoles, naturalmente, necesita navidad nevada. Naturaleza niega nieve. Norma, neurasténica, narra niñadas.

Ñato ñoño, ñoñeramente Ñata. Ñandú ñeque ñaño, ñapa ñacos. Ñato ñoquis.

Oíme, Orlando, ojala obsequiemos odas. Obispo Olmedo ora. Otros oyentes os otorgan oportuna ovación. Obrero obeso objeta obra, optando otros opus.

Pablo Perico, pobre pintor portugués, pinta preciosos paisajes por poca plata papel. Peregrinos pudientes piden Perico pintor pinte paisajes pastel. Pablo, para poder pagar pinturas, promete prontitud.

Quesada quiso quemar quisquilloso quinta quinta. Quiméricamente quizás quitó quebrado quejoso quebracho.

Ramona rezongando rocía ropas recién renovadas. Remienda rápido ropa rota, real ropaje rústico, recogiendo reputación. Rolando recelándola, reprocha rebeldía recurrente.

Saúl Sebastián, sastre salteño, sigue sufilando sacos sentado sobre su silla semioscura, silbando sonatas.  Su señora siempre sirve sopa salada sin sacar segundos, salvando salmueras según solían señoras.

Tomás toca todos tambores, también trompetas, trombones. Tono tenue, tiempos totales. Terrible, tan temida tormenta. Tocan, tocan.

Ulrico usa uniformes usados. Ustedes últimamente utilizan utopías únicas. Usureros usan  únicamente utilizables. Urgen unidos uniformar utilidades usurpadas, utópico usufructo urbano.

Ven Valentín, voy venderte varias valijas verdes. Valen variadamente. Vengan valerosos  vanidosos, vuestro vástago vicioso va verlas. Van volando viernes veinte. Verán vates violentos.

Xalapeño xenófobo xerocopiaba xantatos. Ximena, xochimilquense  xenofílica, xerografiaba  xilófono.

Yacen yanquis yantando yogur,  yemas y yuca. Yoli, yegua, yerra yoga. Ya yudoca yucateco y yugoslavo yuyero yuxtapuestos.

Zorramente zarpó Zoltán zalamero. Zozobró zona Zambese.

Zonzo y xenófobo windsurfista visitó una tienda solitaria, recóndita, queriendo poder orientarse. Ñutiendo nunca más llorar locuras kilométricas juveniles. Inagotable hermandad generosa, festichola elegante, danzarines chambones, cuantiosa bendición añorada.